Obsolescencia programada: la importancia del aprendizaje continuo

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Por fin te has graduado en Traducción e Interpretación (TeI) —o en la carrera que sea— y crees que ya sabes suficiente; o te has especializado gracias a ese máster que casi te ha costado un riñón. Pero no es suficiente: necesitas estar siempre al día. No puedes dormirte en los laureles de la titulitis: tienes que trabajar y mejorar tus habilidades a diario.

Aunque me centraré en la traducción, esto también se aplica a todas las profesiones actuales y futuras. Estamos hablando del aprendizaje continuo: aquel que nunca termina y que consiste en estar constantemente actualizado en cuanto a los conocimientos y las habilidades que desarrollamos en cualquier profesión.

La ingenuidad de base. Todos hemos pasado por ahí

Nuestros padres, abuelos, etc., creen que una vez tenemos estudios universitarios todo nos va a ir sobre ruedas; y que nos colocaremos en una empresa donde pasaremos el resto de nuestra vida profesional, ganando lo que no gana el panadero de la esquina, la barrendera o el quiosquero (dignas profesiones todas ellas). Pero la realidad es muy distinta. Alguna vez te habrán preguntado: «¿Por qué no te haces funcionario, hijo?».

Ciertamente, pese a que puede darte alguna ventaja como disfrutar de unas mejores condiciones laborales (en teoría), tener estudios universitarios, hoy en día, es escasamente diferenciador. La mayoría de los jóvenes va a pisar alguno de los campus de las universidad pública; algunos privilegiados, de la privada, por lo que tener un grado es como tener solo pan cuando la realidad del mercado laboral exige tener un bocadillo doble lo más completo posible y con el pique del dominio de los idiomas —nivel nativo—, ya que estamos.

Dicho de otra forma, metáforas culinarias aparte, se necesita tener como mínimo una formación de posgrado para adquirir ciertas destrezas o especialización en un campo concreto (ya sea en traducción editorial, médica, financiera o forense, entre muchas otras). El grado solo nos da conocimientos; el mercado laboral demanda profesionales con habilidades; que sepan resolver problemas, en definitiva.

 

Las TIC a modo de TOC

Las tecnologías de la información de la comunicación (TIC) deben estar presentes en nuestras vidas casi como un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Y no es porque lo diga yo, sino porque son numerosos los profesionales de la traducción los que coinciden conmigo. El aprendizaje continuo de estas no puede faltar, ya que están en permanente actualización.

Las TIC se distinguen entre las generales (teclear, conocer atajos de teclado, manejo de procesadores de texto y de hojas de cálculo, manejar los navegadores web, Skype, etc.); y las específicas, como las memorias de traducción (MdT) (Trados, WordFast, MemoryQ, OmegaT, programas de subtitulación, etc.) y demás herramientas de traducción asistida por ordenador (TAO). Ya no valen las excusas tipo: «Es que no soy nativo digital», que yo sepa, los millennials no nacen con chips y píxeles en el cerebro, sino neuronas, como todas las personas e individuos. Todos podemos aprender.

Es fundamental conocer dichas herramientas que forman parte de nuestra estación de trabajo —o workstation: conjunto de recursos habituales en una profesión—, debido a que son cada vez más un requisito vinculado a un proyecto o a un puesto de trabajo como traductor. Prescindir de las TAO supone tener que recurrir a unas enormes habilidades lingüísticas y traductológicas, pero, aun así, siempre en detrimento de ser más competitivos. Estamos hablando de un «imperativo del mercado» (Samson, 2013). 

Por cierto, la bloguera, traductora e investigadora, Olga Jeczmyk, ha escrito recientemente una entrada que recopila tuits con enlaces donde podemos descargar algunas herramientas y glosarios muy útiles.

 

La curiosidad se puede cultivar

¿Te manejas bien con las TIC, glosarios, programas de concordancia? Me alegro por ti. Pero no basta con eso. También es recomendable ser abiertos de mente, curiosos, observadores con todo lo que nos rodea. ¿No sabes cómo se expresaría un joven contemporáneo de clase media ─influido por anglicismos del tipo anyway, WTF, random, tip, ghosting… procedentes de Instagram o YouTube─ en una novela corta que estás traduciendo? Sal a la calle, coge el autobús o el metro y abre tus oídos a lo que pasa alrededor (mejor en horarios de entrada o de salida de las clases).

Leer, leer, leer ¿Te he dicho que leas? Ser un devoralibros es de vital importancia para cualquier traductor de novela, ensayo, etc. Lee originales, traducciones y mucho en tu lengua meta. (En esta entrada profundizo más sobre el tema).

Aprende a manejar cualquier programilla no relacionado directamente con la TeI. Por ejemplo, el otro día, me descargué las versiones de prueba de Illustrator, Photoshop y de InDesign de Adobe, y aprendí a manejarlas a nivel muy básico gracias a los benditos tutoriales de YouTube. Aproveché para retocar algunos logos y diseño de mis propuestas de traducción. Lo mismo hice con un plugin de WordPress con el que he rediseñado mi web. Todo puede servir tarde o temprano: los programas no son compartimentos estancos.

 

Despedida y cierre

Como diría el coach motivacional y youtuber, Mario Luna: «La acción supera la perfección». No esperes a tener la idea perfecta, elige una destreza que quieras adquirir y lánzate a la piscina. Nunca será tiempo perdido porque durante de esas horas de aprendizaje habrás adquirido experiencia con el manejo de dicha herramienta, y sabrás darle un uso más eficiente y adaptado a tu contexto en próximas ocasiones.

Dice una leyenda urbana que Apple aplica una «obsolescencia programada» a todos sus dispositivos para que adquieras sus nuevas versiones en cuanto salgan al mercado. No sé si eso es verdad, pero lo mismo ocurre con cualquier profesional: el aprendizaje continuo, el «renovarse o morir», nos sirve incluso para cambiar de profesión. Así que, investiga nuevas formas de ser más eficaz, eficiente y de destacar respecto a la competencia. Los clientes vendrán a ti.

 

Referencias bibliográficas

 

 

 

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