El otro día fui a practicar running con un grupo de singles, y uno de ellos me mostró los últimos fakes online en su smartphone, entonces le dije: «Stop» cuando me intentó contar un spoiler de aquella saga con tanto hype. Tras calentar con jumping jacks y correr, volvimos a casa a para el brunch: un par de cupcakes con un poco de topping light para postres.
Aunque no te haya contado lo mismo con todos esos anglicismos en español, casi seguro que me has comprendido perfectamente. ¿Sabías que el hablante medio de español emplea tan solo un 2 % de las palabras existentes en el diccionario? ¿Estamos empobreciendo el idioma o nos comunicamos con mayor facilidad al llegar a un mayor número de personas? Tanto una cosa y la otra son ciertas. Así es cómo hablamos hoy: con nuestras propias… words. (Artículo basado en parte en la entrada de Surià, 2013).
Existe un fenómeno en lingüística llamado calco o un préstamo de un significado o palabra extranjera (fonético: márquetin, clínex; léxico: actually por actualmente, o semántico: rascacielos, ratón). Es un fenómeno que los medios de comunicación expanden como la pólvora y acaba convirtiéndose en parte de nuestra cultura. ¿Es bueno o malo? Pues, en principio, es bueno cuando enriquece la lengua; pero es rechazable cuando resulta un error de traducción.
Los falsos amigos del inglés
Son aquellas palabras cognadas, que se parecen mucho entre un idioma y otro, y cuya traducción intuitiva conduce al error; como es el caso de library, que no se debe traducir por ‘librería’ sino por ‘biblioteca’; o eventually, cuyo significado no es ‘eventualmente’ sino ‘finalmente’; avocado nos hace pensar en ‘picapleitos’, sin embargo, significa ‘aguacate’, etc.
Estos errores son realmente lo que hay que evitar, son los espejos de feria en los que se refleja nuestra lengua distorsionando su imagen real y fidedigna. Sus causas son dos:
Las primeras, las limitaciones o restricciones inherentes a la traducción para doblaje o subtitulación: en el doblaje, es necesario sincronizar la palabra con los labios del actor; en subtitulación, hay que adaptarse al tiempo y espacios disponibles.
Las segundas, se refieren a las condiciones en las que el traductor realiza su trabajo: escasez de tiempo, falta de recursos, comodidad, negligencia profesional y falta de responsabilidad respecto del idioma y del público.
Por otra parte, están los neologismos. Son aquellas palabras y expresiones que surgen debido a la creación de nueva terminología; verbigracia, de índole científica, tecnológica o cultural. En este sentido, la lengua se enriquece y la RAE procura naturalizarlos al español (respetando las grafías de nuestro idioma). El problema reside en que sufrimos una auténtica avalancha diaria de estos vocablos, y, cuando se les encuentra un equivalente en nuestro idioma, la palabra calcada ya se ha difundido entre la población y, por tanto, es muy difícil que esta rectifique.
Por ejemplo, el vocablo sueco mångata: el ‘reflejo de la luna en el agua’. O la voz nipona karoshi: ‘muerte por exceso de trabajo’; o gakuryoko: un ‘programa de secundaria que fomenta el aprendizaje individualizado de capacidades académicas’.
Estas palabras, como ves, no se pueden verter directamente a nuestro idioma, se necesita parafrasearlas para definirlas; y eso, en términos de economía del lenguaje, supone segundos extra que se añaden a nuestra comunicación. En otros casos, en palabras como feedback, las sílabas inglesas hacen que se digan con mayor brevedad que ‘re-tro-a-li-men-ta-ción’. ¿Sabías que los matemáticos chinos son los más rápidos del mundo? Esto es así porque la mayoría de los números en chino son monosílabos.
Es muy importante que entiendas esto: estas palabras, en muchas ocasiones, se refieren a un significado específico que la palabra española no aporta: single tiene connotaciones positivas —tal y como se emplea en la actualidad—, se trata de todo un movimiento de jóvenes solteros que siguen un estilo de vida atractivo y gratificante; en cambio, soltero es una palabra neutra: puede abarcar tanto al ‘soltero de oro’ como al ‘solterón’.
¿Cuál es la solución de este dilema?
Según Surià (2013):
-
Avisar a las distribuidoras o cadenas de televisión y periódicos de los errores.
-
Concienciar a los traductores y a los hablantes de nuestro idioma de la responsabilidad que tenemos con la lengua, la cultura y con el público.
Pero permíteme que sea optimista ante este panorama: existe una iniciativa nacida en el año 2016 en Internet llamada La tienda de las #PalabrasOlvidadas, en las que se pueden proponer y comprar palabras en el pasillo de la muerte de nuestro idioma —y así indultarlas—, por el mero precio de compartirlas.
Por consiguiente, pese a no ser una tarea fácil, debemos concienciarnos al 100 % de solo dominamos el 2 % del idioma. El mínimo esfuerzo tiene como consecuencia el máximo sacrificio —mediante el calco y error— de nuestro idioma cuyo genio o índole,
en términos gongorinos, no debe quedar
en humo, en polvo,
en sombra…
en nada.
Referencias bibliográficas
- Surià, S. (12 de noviembre de 2013). Calcando, que es gerundio [entrada de blog]. En la luna de Babel. Recuperado de https://enlalunadebabel.com/2013/11/12/calcando-que-es-gerundio/ [consulta: 9 de octubre de 2017]
- Universidad de Salamanca (USAL MOOC) (5 de junio de 2017). Módulo 2. Me queda la palabra. / 2.2. Dichos… ¿bien dichos? [Archivo de vídeo]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=LFEQ5AI7EuM&index=6&list=PLdI70BSoHQSorimLMJogEnSu5fcNOUbsP [consulta 16/11/2017]
Imágenes 2 y 3: diseño propio.
Imagen 5: diseño propio.